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Parte 1: La noche del paso

Parte 1: La noche del paso

As the comet 3I/ATLAS approaches, Valeria Suárez expects nothing more than a rare astronomical event. But as it crosses Earth’s skies on Christmas night, strange signals and shared sensations hint that the encounter is affecting not just instruments—but humanity itself.

Me llamo Valeria Suárez, y llevo media vida mirando el cielo desde la terraza del observatorio de El Leoncito, con el mate siempre tibio y la cabeza llena de números. Cuando se anunció la detección del cometa 3I/ATLAS, un objeto interestelar con una trayectoria limpia, hiperbólica y sin intención alguna de quedarse, lo tomamos como un regalo científico de Navidad. Un visitante raro, sí, pero inofensivo. Un guiño del cosmos.

Los días previos al 25 de diciembre, la prensa exageraba. Que el brillo, que la cola, que si se iba a ver desde la Patagonia a simple vista. Yo repetía lo mismo en cada entrevista: no pasa nada, va a pasar lejos, apenas más cerca que la Luna, sin interacción gravitatoria significativa. Un cometa no piensa, no quiere, no elige. Obedece.

La noche del paso me tocó quedarme sola en la sala de control. Mis colegas se habían ido a brindar con sus familias; yo preferí quedarme, porque la ciencia también tiene algo de ritual. Afuera, el cielo estaba perfecto: negro, seco, con ese silencio que solo existe en la cordillera. En la pantalla, la curva de luminosidad de 3I/ATLAS subía de manera prolija, casi elegante.

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